La piel y el verano

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El sol representa la fuente de vida de todos los seres de la tierra. Sin embargo, a veces puede perjudicarnos. Permanecer mucho tiempo bajo el sol y sin ningún tipo de protección puede causar erisipela e, incluso, quemaduras de segundo grado. Pero el peligro mayor se manifiesta a largo plazo: envejecimiento precoz, aparición de manchas oscuras y lo más grave: el melanoma (el cáncer de piel más maligno).

Además, los rayos ultravioleta pueden originar alergias en la piel. Durante la temporada de verano aumentan los casos de dermatitis, que aparecen en las zonas descubiertas, especialmente en los pómulos, nariz, frente o antebrazos.

Por estas razones, es necesario tomar precauciones. En este punto, debemos distinguir entre edades: los menores de 3 años no deben exponerse al sol, mientras que los niños mayores de 3 y los adolescentes deben cuidarse más que los adultos -sobre todo entre las 10 AM y las 4 PM, que es el horario de máxima intensidad solar-.

 

La piel y el verano


Para los adultos, la principal precaución es el uso de protectores. En general se sugiere, como mínimo, un factor de protección 15 con defensa anti UVB y anti UBA. Pero cuanto más clara es la piel, conviene usar factores mayores, 60 para pieles muy claras, 45 para claras, 20 para doradas y 15 para morenas.

El protector solar debe aplicarse entre 30 a 45 minutos antes de iniciarse la exposición al sol. La protección que otorga el protector solar dura aproximadamente 2 horas, y si se toma contacto con el agua, o con el sudor, hay que volver a colocarse el protector ya que el líquido inactiva al mismo.

Otros consejos para cuidar la piel en el verano.
Además de la exposición al sol, debemos tener en cuenta otros factores:

Higiene: la limpieza diaria de la piel debe realizarse con productos suaves, que no alteren el manto ácido de la piel, que no irriten ni sean muy perfumados, pero ayuden a eliminar la grasa y suciedad acumuladas. Nunca se deben compartir toallas con otras personas, para así evitar el contagio de hongos.
Hidratación: Las cremas y aceites hidratantes permiten recuperar la humedad perdida y son particularmente útiles si el calor reseca la piel.
Infecciones: Si ocurre algún pequeño accidente cuya consecuencia es una raspadura, una herida en la piel o quemaduras, para evitar las infecciones es necesario lavar inmediatamente la zona con agua.
Alimentación: Debe moderarse el consumo de carnes y priorizarse el consumo de frutas, verduras y alimentos ricos en vitaminas antioxidantes como la A, C y E.
Dormir bien: Las células se reproducen y recuperan su fuerza cuando se duerme, ayudando a mantener una piel en buen estado.

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